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La educación sexual en los niños

La sexualidad es una de las maneras a través de las cuales el niño desarrolla su personalidad y sus relaciones con la afectividad y sus emociones.

La educación sexual en los niños es un tema que no siempre resulta cómodo o sencillo de abordar o manejar para los padres o para los cuidadores de los niños y la forma y el tiempo en los cuales este tema debe considerarse son muy variables de un entorno a otro y además se suma la propia educación sexual que los padres recibieron o no.

Siendo que la sexualidad es inherente a la vida y al ser humano, las formas para el descubrimiento del propio cuerpo y de sus sensaciones deben dirigirse desde y orientarse hacia la naturalidad y algunos valores para que resulte adecuado y sencillo de entender para los niños, así, el tema de la sexualidad debe ser manejado de manera natural considerando que los niños reciben de nosotros toda la información, pero también nuestros juicios y la sexualidad no es la excepción, por eso debemos hacerlo de la manera más simple posible.

Hablar de sexualidad con los niños debe resultar un tema integral que forma parte de nuestra vida cotidiana y no un concepto aislado, es decir; nacemos como seres sexuados: de pequeños somos niñas o niños y de adultos mujeres y hombres y eso está definido por nuestra sexualidad. Hablar de sexualidad implica considerar todo lo que tiene que ver con el cuerpo y sus reacciones y sus sensaciones, pero también con la afectividad y la demostración e intercambio de emociones, con las necesidades de vinculación amorosa con otras personas, con la verbalización de sentimientos, con las formas de comunicación y de expresión de afecto, con la auto-aceptación, la auto-estima y con el respeto por todo lo anterior, hacia nuestro propio cuerpo y hacia el de otras personas.

La educación sexual resulta entonces un aspecto de los muchos que integran nuestra vida y el niño debe recibirla de esta manera, integrándola de forma constante, natural, sencilla, como parte de su educación general y aprender que la sexualidad es una de las muchas maneras que tenemos las personas para comunicarnos y que no es la única, tratando de dejarles el mensaje positivo de que la sexualidad se construye desde que nacemos y durante toda nuestra vida en diferentes etapas y que a través de ella, damos y recibimos amor, cariño y placer, es decir; tratar de brindar al niño una educación sexual afectiva.

La buena educación sexual debería lograr que el niño aprenda a conocer y reconocer su propio cuerpo y sus sensaciones, que aprenda a aceptarse, a quererse y a respetarse y a expresar sus sensaciones de manera segura, en un ambiente sano y feliz y los padres son los mejores conductos para enseñar a los hijos sobre sexualidad, con sus teorías y sobre todo con su conducta, sin importar su grado de conocimiento técnico sobre el tema.

Que un niño conozca su cuerpo y reconozca sus funciones y sensaciones va más allá de enseñar sobre genitalidad, anatomía o fisiología, implica explicarle cómo somos, cómo sentimos y cómo funcionamos las personas, sin miedos, sin tabúes, implica involucrar nuestros sentimientos y nuestras emociones en la explicación de cómo reacciona nuestro cuerpo hacia ciertos estímulos o situaciones, e implica también conocer que hay diferencias infinitas entre las personas para reaccionar ante lo mismo, pero que cada persona es dueña de su cuerpo y debe cuidarse y cuidar a los demás.

Educación sexual es también enseñar a los niños y las niñas a aceptar y a amar su cuerpo como es, sin poner referencias o estereotipos que definan su felicidad con respecto a la aceptación de su cuerpo o de su forma, los niños deben aprender desde la infancia a estar felices y a sentirse a gusto con su cuerpo, que no sientan que nadie es peor o mejor que ellos, que siendo un universo de personas todos somos distintos y que mientras más amemos y aceptemos nuestros cuerpos seremos más felices, pero en este punto es importantísimo predicar con el ejemplo.

Vincular la educación sexual de nuestros hijos con el aspecto emocional o hablar de una sexualidad afectiva significa explicarles que hay muchas maneras de expresar el amor, el afecto y nuestros deseos y que las formas de hacerlo van desde las palabras hasta las miradas y el contacto físico: caricias, besos, abrazos, etc., y que esas formas van cambiando a lo largo de nuestra vida conforme vamos creciendo, pero que aprendan a reconocer la comodidad y la seguridad de esas sensaciones y emociones para que no se confundan y aprendan a distinguir el contacto y el tacto seguro.

La educación sexual que brindamos a nuestros hijos puede jugar un papel muy importante en su felicidad en la vida adulta, por eso es importante tratar de abordarla siempre de manera natural, integral y positiva, más enfocada a lo que queremos lograr y menos a lo que queremos evitar, libre de juicios y evitando transmitir miedos innecesarios o nuestros propios miedos y prejuicios, con miras a formar personas sanas y responsables con sus cuerpos y su sexualidad a lo largo de su vida.

Que los padres reconozcamos que estamos perfectamente capacitados para hablar con nuestros hijos de educación sexual es muy importante, porque lo haremos desde el plan familiar y no de expertos y siempre lo haremos con amor y con el conocimiento e instinto que tenemos de nuestros hijos y en todo caso, siempre podemos pedir ayuda.

Es importante recordar también que los niños miran todo con la inocencia propia de su edad y que sería un error querer que ellos interpreten como adultos las manifestaciones de su sexualidad que para ellos es un descubrimiento como tantos otros que hacen a diario y que no se trata por mucho, de una sexualidad desarrollada y por lo tanto, tampoco orientada, sino muchas veces el inicio de ciertas sensaciones o descubrimientos de ciertas conductas en las que lo mejor es preguntar al niño su experiencia o la razón de las mismas para entender primero desde dónde viene su estímulo o impulso.

Al educar en la sexualidad afectiva importa tener en cuenta los significados que damos los adultos a ciertas conductas, para los niños, los mismos comportamientos pueden tener otros conceptos, a veces mucho más simples de lo que creemos y por eso siempre es importante considerar la intención del niño antes que ponerle “calificativos” de bueno, o malo, o sucio, etc.

Si queremos enseñar sobre sexualidad debemos querer también que nuestros niños aprendan de sexualidad y ello implica hablar con la verdad, poner una genuina intención atrás de nuestras palabras, dar libertad al niño para hacer preguntas, estar listos para no tener las respuestas y hacerle saber al niño que no sabemos y ofrecerle buscar la respuesta o ayuda para encontrarla juntos, estar dispuesto a hablar con otros adultos que cuiden a nuestros hijos sobre la educación sexual que queremos para ellos y la manera en que pretendemos darla y no sentirnos avergonzados o retractarnos de la información que damos, porque debemos mantenernos congruentes entre nuestro decir y nuestro hacer porque los niños observan antes de escuchar.

Dar educación sexual a nuestros niños es nuestra responsabilidad de padres, hacerlo de manera oportuna y amorosa también lo es, hacerlo requiere reconocer nuestras propias emociones, ideas y experiencias sobre nuestra propia sexualidad, replicar lo que consideramos útil y desechar lo que representa conceptos o juicios que son exclusivamente de adultos y que no le suman al aprendizaje de los niños; implica estar dispuesto a hablar de sexualidad de manera cotidiana y en cualquier momento que el niño lo requiera o cuando veamos que es conveniente; mostrar apertura para el diálogo de ida y vuelta; requiere también aplicar valores y emociones a las explicaciones y practicarlos en nuestro comportamiento y actitudes; hablarlo en pareja y a veces en familia con otros adultos que comparten la formación de nuestros hijos y hacerlo de manera natural, auténtica y respetuosa para que nuestros niños interpreten los mismo cuando se trate de su sexualidad y tengan herramientas en su infancia que los preparen para su vida adulta y a su vez, los protejan de manera razonable de conductas que ellos podrán reconocer como lascivas de manera fácil y que tengan la confianza siempre de acudir a ese formador que idealmente sea su mamá o su papá.

A los padres nos corresponde estar siempre alertas y cuidar a nuestros hijos de cualquier agresión sexual, no podemos ni debemos descargar esa responsabilidad en ellos a pesar de toda la educación que creemos dar, los niños deben tener la seguridad y la absoluta confianza de que siempre serán escuchados y de que sus palabras son dignas de credibilidad total, pero es importante como padres asegurarnos que ellos pueden distinguir en ciertas situaciones comportamientos que los pueden poner en peligro de otros que son completamente inofensivos en torno a su sexualidad.

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