Múltiples sucesos de nuestra vida, ocurren porque consciente o inconscientemente, estamos respondiendo a lo que se espera que hagamos, lo que se conoce como creencias. Nos creemos buenos para algo o muy malos para otra cosa, porque a lo largo de nuestra vida y específicamente en nuestros primeros años, nos lo han dicho. Cada vez que le decimos a nuestros hijos, alumnos o personas cercanas frases como: tú puedes, tú lo vas a lograr, tú eres el mejor, estamos reforzando sus propias creencias facilitadoras y quebrando las limitaciones adquiridas a lo largo de su vida. Si tales creencias positivas, se consolidan, entonces hemos cumplido con nuestra tarea, ya que nuestros alumnos podrán proponerse metas y sentirse seguros de cumplirlas.
El efecto Pigmalión, plantea que las altas expectativas en nuestros alumnos, generará altos resultados académicos, sin tener nada de extraño, ya que al reforzar favorablemente nuestra propia imagen interna, nos sentiremos más motivados y por lo tanto, repetiremos la conducta una y otra vez para seguir consiguiendo ese refuerzo, lo que es muy positivo a la hora de aprender y de proyectarnos.
El efecto pigmaleón es una forma de profecía autocumplida, proviene de las investigaciones de Rosental y Jacobson (1968), quienes buscaban comprobar la hipótesis de que “la realidad puede ser influenciada por las experiencias de los demás” .Para tal efecto, estudiaron a una serie de grupos de alumnos de una escuela de primero a sexto de primaria, aplicando una prueba de coeficiente intelectual inicial y una final. Sin dar a conocer los resultados a los respectivos maestros, ambos investigadores comentaron con cada profesor sobre aquellos alumnos aventajados de su clase(al azar).Al aplicar el mismo instrumento de evaluación final , todos los grupos de alumnos mostraron una ganancia media(mejoraron), mientras que los de primero y segundo, obtuvieron un resultado estadísticamente significativo en función de aquellos niños tildados como aventajados, concluyendo que las expectativas de los maestros, sobre todo en el primer ciclo, pueden influir en el rendimiento estudiantil.
A partir de mi experiencia personal, debo decir que siempre a lo largo de mi educación, existió alguna persona dentro de la escuela que creyó que yo podía conquistar el mundo y desde pequeña lo creí, pensé que a través de la dedicación y el esfuerzo lo conseguiría.
Estudiar para mí, pasó a un segundo plano, mis metas estaban puestas en el futuro, por lo tanto generar sueños y objetivos fue mi punto focal. Imité modelos, escuché experiencias de aprendizaje de otros, incorporando la idea de que todo es posible, sólo somos nosotros quienes nos ponemos una barrera o techo. El aprendizaje y la motivación se dieron de forma natural, ya que eran uno medio para conseguir mis objetivos. Cuando comencé a trabajar, incorporé estas características en mi relación con mis alumnos, haciéndoles creer desde el primer momento que ellos podían lograr todo lo que se propusieran y si bien a veces, no alcanzaban el objetivo máximo, la escalada de objetivos más pequeños se fue consiguiendo poco a poco.
Por último, tener un modelo y un refuerzo constante, solidificará las creencias facilitadores de nuestros estudiantes, aumentando su autoestima y seguridad personal. Que los niños tengan algunas luces de lo que desean ser, les ayuda a clarificar el camino a seguir para lograr lo que quieren, sin importar los obstáculos. Por lo tanto, si diseñamos planes adecuados y muy específicos sobre expectativas en nuestros alumnos y sus sueños, probablemente les ayudaremos a que logren hacerlos realidad. De esta manera, en situaciones de vulnerabilidad, deberíamos trabajar a partir de los sueños, los deseos y la imaginación, para posteriormente pasar a lo concreto, manipulable y real, creyendo siempre que nuestra actitud y nuestro lenguaje será el mejor regalo que le podemos dar a los demás.
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