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Clínica-Escuela de Terapia

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Características específicas de las Terapias Expresivas. Instituto IASE

La práctica del Arte Terapia es muy distinta de una clase de educación plástica, y también de otras formas de psicoterapia. En A.T. se trabaja de una forma no directiva, sin proponer temas o ejercicios, ya que se trata de que el niño pueda experimentar con libertad, para así explorar sus dificultades y sus potenciales con la ayuda del terapeuta. Veamos a continuación los rasgos más específicos:

― El proceso artístico es en sí terapéutico: el proceso es un factor de expresión que, como portador de significado y de elementos transferenciales, puede ser elaborado en terapia (Dalley, 1990). La forma de iniciar la actividad artística, la aproximación a los materiales y su elección, las decisiones que se toman en el transcurso de la realización de la obra y el saber cuando está acabada o no la obra, todos ellos, son elementos portadores de significado.

― La obra permanece: las obras constituyen un testimonio auténtico de lo sucedido en las sesiones. En el transcurso de la terapia, se las puede revisar para ver y comprender la continuidad del proceso. La obra también es transmutable: se puede modificar, adquiriendo una forma nueva y más deseable para el niño, se puede llevar a casa como si de un talismán se tratase, incluso se puede destruir voluntariamente cuando sea necesario.

―Las funciones de contención y liberación: La naturaleza de las sesiones de Arte Terapia, por su encuadre temporal, su regularidad, y la constancia y claridad de los límites que fija el terapeuta, posibilita un espacio contenedor donde el niño puede explorar con libertad con los materiales y las técnicas artísticas. Los niños encuentran en las sesiones un lugar para ser, donde los límites y la libertad se complementan. El niño explora, se expresa y juega en presencia del terapeuta, con quien desarrolla una relación, que va creciendo con el tiempo y hace posible la confianza. Cuando llega el momento en que el niño transfiere sus sentimientos difíciles, la tarea del terapeuta es la de contener la situación y facilitar, desde la empatía, que esos sentimientos se comprendan y se elaboren. El terapeuta acepta las obras que el niño hace sin emitir juicio de valor alguno, igual que acepta al niño con todas sus dificultades, mientras va sosteniendo este espacio contenedor. (Arguile, 1992). En este contexto seguro, el niño puede volver a experimentar sus ansiedades más primitivas y comprender que lo que le está pasando tiene que ver con sus relaciones primeras, donde se originaron (Dalley, 1990)

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