Hace 100 años no había vacaciones, y ni siquiera se usaba la palabra ‘estrés’.
Somos una especie animal muy adaptativa, y nos hemos adaptado muy bien a las mejores condiciones de vida; hace 100 años la necesidad de sobrevivir, literalmente, de encontrar cada día algo que comer, era tan intensa que apagaba cualquier otra. Un símil nos puede servir: hace 100 años muchas personas andaban descalzas fuera de las casas; hoy en día nuestra piel se ha acostumbrado a los zapatos, volviéndose más sensible, y una sola piedrecilla ya nos molesta. Con otras situaciones vitales (como las vacaciones) nos ha pasado algo parecido.
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